La paradoja de la escalera de Penrose en las ideologías

El “modelo” de escalera imposible de Penrose, pienso que puede ser extrapolable a la política como espacio especulativo y supradimensional. La escalera así planteada o concebida como diseño de lo imposible nos ayuda a explicar las posiciones ideológicas y antagónicas en medios politizados, dónde nada es lo que aparenta ser, y su deriva hacia el infinito. Es decir, no se agotan en sí mismas, sino que representa el movimiento de las ideas. El problema del observador omnisciente fuera de la escalera, tiene un origen epistemológico de método clásico, pero también aporta una ventaja óptica sobre la totalidad del conjunto de movimientos, una autentica orgía para la imaginación especulativa y racional científica.  No sabemos sí las posiciones ascendentes son positivas, o si las descendentes representa lo contrario. Ninguna posición ideológica permanece fija en el tiempo sin avanzar hacia el infinito. Otra cosa muy distinta es la efimeridad transitoria de las ideas en tiempos de globalización, o de la efimeridad de los 280 caracteres de twitter, que también presentan arquitectura óptica virtual.

La noción de escalera en los humanos, es parte de un registro protocultural común a todas las civilizaciones, incluido el reino animal. La noción o concepción primaria de escalera se remonta al año 30.000 a.c. En algunas culturas más avanzadas, los escalones son representados por rampas, y estas llevadas a complejas plataformas helicoidales «zigurat» el más conocido fue el dedicado a Marduk, la Torre de Babel mencionada por la Biblia hebrea, en el Génesis. También las pirámides escalonadas, en Egipto, américa, Irak, Java y la India

No olvidemos a uno de los grandes hitos de la literatura universal, como el poema epopéyico de la Baja Edad Media: La Divina Comedia, de Dante Alighieri. Donde vemos expresada la ideología de una Era en forma de escalera descendente hasta el inframundo, como la ilusión óptica de Penrose. La visión político cosmológica de la historia a veces, expresada como escalera descendente, o espiral, con rampas o niveles con diferentes grados de moralidad, sobre el bien y el mal.

La mayoría de las veces, y sólo a veces, los valores políticos contrapuestos y antitéticos, incluida su síntesis histórica son escalables y pueden ser representados a manera de una escalera imposible de Penrose, donde el escalón más bajo es el más alto. En toda ideología el ideal supremo o fin último suele ser, con precisión matemática el escalón más alto. De ahí que nadie haya alcanzado a día de hoy ese escalón o fin último de la supremacía ideológica, o peldaño de Dios, y siga la humanidad intentándolo en bucle, debido a la naturaleza animal del “homo Paradisiacus”.

«La Escalera de Penrose, es una ilusión óptica descrita y representada por el matemático inglés Lionel Penrose». El pensamiento sociológico, que he practicado desde siempre, se basa en esta definición óptica del mundo de las apariencias, es el denominado pensamiento lateral o enfoque creativo (Edward de Bono, The use of lateral thinking). También lo denomino, sociología aditiva” por parecerse al sistema o modelo que permite la obtención de un tercer color a partir de la mezcla visual de dos colores en movimiento. Lo aprendí observando las obras de arte cinético de Carlos Cruz-Diez. Siempre me he preguntado si ocurre lo mismo con las ideas en movimiento, y los sistemas de creencias, valores y representaciones sociales.

Existe en todo ADN social una parte de animal inacabado de «Theodore Roszak» común a todas las sociedades de la imposibilidad de la observación óptica selectiva de un sistema, cundo tú eres el sistema, y no necesariamente se pertenece a él. La lógica del conocimiento científico nunca ha dado cuenta de ello. Ni David Hume, Kant, Hegel, tampoco Bachelard, ni el padre de la revolución científica Descartes, han concebido al individuo como suprasistema. Durante mucho tiempo de lecturas y observación me he dado cuenta de ello. Y me lo he estado recriminado durante bastante tiempo. La configuración de un sociólogo te dice que el objeto de estudio de la sociedad es su conjunto, y no el individuo, objeto de la psicología social y sobre todo la antropología y la etología comparativa. Toda ideología tiende a configurar y reconfigurar el éxito de una representación, hasta su perfección optimo, otra cosa es que lo consigan.   

La polis fue el marco esencial donde se desarrolló y expandió la civilización hasta día de hoy, y eso es una obviedad objetiva, pero también estamos obligados, concernidos, como científicos sociales a desandar ese camino. A menos que descendamos o hacendamos por la escalera de Penrose, o desescalemos infinitamente por ella, en la búsqueda de las huellas de nuestra protohumanidad. Y créanme, no estoy hablando del registro arqueológico polvoriento, ni del radiocarbono, carbono-14. No hablo de cosas que estén en nuestro haber, sino en nuestra realidad, o tangibilidad ideológica, es decir: “nada que desenterrar, sino ver”. Sí el mundo como registro es todo aquellos que vemos, entonces: «Houston, tenemos un problema».

Quizás lo más lejos sea lo más cerca, ello depende de las paradojas visuales al conocimiento. Y el racionalismo crítico popperiano, está más cerca de las especulaciones de la caja opaca de la paradoja de Schrödinger, que de la filosofía metafísica. Sí las cosas no tienen fondo, están abiertas a la imaginación del racionalismo critico. No es el camino de la «Teodicea de Leibniz, por demostrar lo indemostrable, para su época. «No hay forma de ver el mundo que pueda ser considerada definitivamente «verdadera». Ello se debe a que el ser humano, como decía antes: el hombre es si mismo es un suprasistema, también reconocido por Aristóteles, como animal político. Pero no se puede ser un animal político sin ser en si mismo un suprasistema de muchas otras cosas.

Quien ha utilizado en el arte el pensamiento lateral fue el neerlandés, M. C. Escher, con sus figuras imposibles, auténticas paradojas visuales. Hablar en sociología de lo invisible al intelecto, es un poco, utilizar la sociología imposible. Kant, Hegel, Ludwig Feuerbach, y Karl Mannheim, Darwin, Sigmund Freud, incluidos Goethe, Buda y  Stephen Hawking… Produjeron más conocimiento lateral de lo invisible al intelecto proactivo, que con la lógica formal al uso. Lo que quiero decir, es que no hay nada descabellado para el pensamiento lateral.

El perspectivismo es una doctrina filosófica que sostiene que toda percepción e ideación tiene lugar desde una perspectiva particular. Yo lo llamaría las paradojas ópticas de la escalera de Penrose.

Comunismo poético

El Comunismo poético de “todo es posible” no es una invención de los socialistas utópicos del siglo XVII , en realidad se remonta al principio de los tiempos. Dónde encontremos a un humano, ahí están las raíces utópicas (homo paradisiacus). El COMUNISMO, como idealización de la naturaleza del hombre, ha sido versionado, sin patente, en la historia de la humanidad y remasterizado indefinidamente hasta perder la marca de su nombre: COMUNISMO, pero no su así su identidad de marca. El Progresismo en esta época, no es otra cosa que el comunismo originario, incluido el Comunismo analógico 1.0 de mediados del siglo XX. La idea poética de: ‘Mi patria es el mundo; mi familia, la Humanidad’. No es un poema perteneciente a la obra del romanticismo del siglo XIX, de José de Espronceda, o Lord Byron. La poesía no puede ser refutada: “La libertad auténtica es la búsqueda constante de sí mismo, por eso su rasgo revolucionario es incuestionable. Debido a que el Romanticismo es una manera de sentir y concebir la naturaleza, así como a la vida y al ser humano mismo” Es como la existencia de Dios, no puede ser rebatida racionalmente.

«El Sociólogo Raymond Aron se refería al “Mito de la Revolución” (como el “Mito de la Izquierda” y el “Mito del Proletariado”) y sostenía que resultaba tan seductor precisamente por su atractivo poético: inducía la ilusión de que «todo es posible», de que todo puede ser completamente transformado en el fiero crisol de la actividad revolucionaria. Combinar la doctrina de la inevitabilidad histórica con el Mito de la Revolución era una receta para la tiranía totalitaria.» Wikipedia.

Mi posición política liberal, no poética, se remonta a mi paso por la Universidad de Chicago donde me reconozco y reafirmo en el pensamiento del sociólogo Edward Shils, y a través de este con Raymond Aron, a lo que denominaba, la vía Aron. La panoplia del marxismo, para aquel entonces, tenía el atractivo núbil de todo lo nuevo y salvaje como el mismo sexo imberbe y explosivo de un joven adolescente. El problema de la libertad de pensamiento, es que no viene con contrato de responsabilidad civil, es sexo sin condón.

Las librerías ambulantes que copaban los tropicales pasillos sombreados y abiertos de la Universidad Central de Venezuela, eran regentadas por izquierdosos anacrónicos con franelitas y boinas del Che Guevara. Lo único bueno de estos libreros era su neutralidad comercial, toda era bueno para el negocio. Vendían libros de diferentes orientaciones ideológicas: Desde el “Mein Kampf” de Adolf Hitler, o Los protocolos de los sabios de Sion, así como las Biblias Hebrea, la Católica, o el Bhagavad-gita, y el Libro de Mormón; lo anti, y lo pro. De Gramsci a Georg Lukács, y de Friedrich Hayek y Karl Popper y Raymond Aron. Cuando desaparecen el libre mercado, y la autorregulación, solo queda la religión.

Todas las ideologías políticas en la historia de la humanidad, incluidas la filosofía y las ciencias exactas, sin olvidar, la dúctil plastilina del pensamiento mágico del siglo XIX; todas ellas se han dado de bruces con el cortafuegos de la religión «firewall». Sin contraprestaciones, no hay cambio de paradigma. No es la razón, ni la lógica o el sentido común los liberadores del firewall. La religión nunca desaparece, solo es sustituida por otra realidad mágica mejorada. Desaparece el Dios vertical, por otro más horizontal y pragmático, el comunismo poético.

Las ideologías occidentales dominantes hablan de obstáculo insalvable para la dominación y/o transformación revolucionaria de la sociedad civil y científica (mercado o mundo ideal). Para el etólogo y biólogo evolucionista Richard Dawkins, la irracionalidad de la creencia en Dios, no es conocimiento, es miseria. «La religión es un delirio que sufren millones de individuos». Para Dawkins, unívocamente, esto ha sido siempre así. Si alguien no me entiende, es tonto, o profesa alguna religión, incluso, puede que padezcan ambas cosas. «Dawkins simpatiza con la observación tendenciosa de Robert Pirsig (EE. UU, 1928-2017), que dice: «Cuando una persona sufre delirio, lo llamamos locura. Cuando mucha gente sufre el mismo delirio, lo llamamos religión.

Ni Karl Marx, ni Richard Dawkins, y Stephen Hawking, son razonablemente potables, ni potabilizadores científicos, cuando hablan de religión, hablan desde una aproximación prejuiciada de la fenomenología del hecho religioso. Digamos que les falta, como a mí, más de una cocción sobre la complejidad de la humanidad. Lo que tienen en común todos ellos es la denuncia de la religión como obstáculo, como firewall.

La posición filosófica y crítica de Raymond Aron, no deja de ser paradójica, con respecto a la posición intelectual compartida de estos tres teóricos «ateístas» de diferentes campos del conocimiento científico. El historicismo, la biología y, la astrofísica; utilizan los mismos argumentos descriptivos sobre la religión como firewall a la libertad científica o al cambio revolucionario, aunque cada uno de ellos tengan ideas y orientaciones ideológicas diferentes vicisitudes y objetivos sobre política, libertad y sociedad. En los pensadores liberal del siglo XX, hasta el día de hoy, encontramos las mismas preocupaciones intelectuales y científicas contra el «firewall» el muro religioso.

En el ensayo “El opio de los intelectuales, Raymond Aron no escapa a la doctrina de la inevitabilidad histórica del, “todo puede ser completamente transformado para mejor”, siempre y cuando, desencriptemos el código religioso en la humanidad, especie de «firewall» que impide el cambio… Los liberales también tropezamos, en nuestras aspiraciones de cambio social, con el «firewall» religioso de la izquierda, opio de los intelectuales. Es una paradoja de libro, y una constante en la política. La única diferencia con el ateísmo clásico intelectual, es la ausencia de Dios. que Raymond Aron describe en «El opio de los intelectuales».

Hasta ahora, nadie había hecho una crítica comprensible al intelecto vulgar, de la inevitabilidad histórica como doctrina filosófica del historicismo marxista. Quizás Karl Popper, en el ensayo “La miseria del historicismo” o Friedrich Hayek en “Camino de servidumbre”. En palabras de Edward Shils, Aron pasó de ser un abierto socialista en su juventud a convertirse en «el más persistente, el más severo y el más culto crítico del marxismo y del orden social socialista – o más precisamente comunista – del siglo XX».